Mira esa mano a lo lejos
nos llama, dime qué hacemos,
ella respondió que nada,
le respondí yo sí, puedo.
Vi a lo lejos otra mano, de pronto, que nos llamaba.
Ya eran dos, al rato otra,
y más acá en el silencio
seguían llamando las manos.
Manos blancas, manos negras,
manos mulatas, mil manos.
Ya dos mil, tres mil las manos
y el viento que se embravaba.
Salieron miles de manos
de la entraña de la tierra,
y abrieron la puerta al trueno
que partió en dos la mañana.
Agitándose mis manos,
grité ¡ya voy, yo sí, puedo!
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