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lunes, 18 de octubre de 2010

Hay veces...

                  
Hay veces que sentimos que el cielo nos abraza,
cuando encontramos seres que son como campanas
repicando en el alma.
Te agitan los latidos,  te hacen sentir de golpe

que al fin la soledad,
te dejó sola.

Hay veces que parece que la ternura quema
como un fuego sagrado,
que se vuelve  ardor dulce, promesas de mañanas,
una mano atrapando a la esperanza,
jugando a la rayuela en las arterias
hasta llegar al cielo de tu vida.

Si mantiene, esa gente, sus pasos cerca tuyo
verás que la alegría se amotina en trincheras,
convertida en el dogma leitmotiv de tu vida,
arco iris de flores resbalando despacio
por la montaña tibia de tu cuerpo encendido.

Es esa gente franca la que estrujará heridas,
que agitará tus días igual que si llevaras
un sol en tu bolsillo, sus rayos en el pelo,
en un mundo difícil, que se hace diferente.

Hay veces que esa gente te hará pensar, de pronto,
que decir “gracias” es poco,
que no contiene todo lo que sentís al verlas.
Que sólo siete  letras que forman la palabra
son huérfanas de fuerzas,
solitarias,
apenas son las letras con que alguien
pensó contener todo y no contuvo tanto.

Hay veces que esa gente  se queda para siempre
enredada en tu búnker oscuro de  pestañas,
dibujando sonrisas, acariciando el alma,
estallando en tus ojos, como brasas,
adoctrinando a tu fuego
hasta… ¡siempre!

martes, 12 de octubre de 2010

¡¡¡12 de Octubre!!!

Recordemos aquel 12 de Octubre  cuando las bestias empuñando la cruz y la espada cometieron el  genocidio más grande de la historia.
NO lo celebremos, es día de memoria, respeto y duelo por nuestros hermanos indígenas asesinados en nombre de la civilización.

domingo, 10 de octubre de 2010

XIII

Hoy
Casas con rejas,
los botones mataron a las perillas,
los soldaditos murieron
en alguna guerra absurda, nacida
en el culo de una botella de whisky
de alguien que los mandó al frente
y se escondió como rata debajo de sus galones.

Muñecas de plástico, pelotas de plástico,
caras de plástico, almas de plástico.
Plástico, plástico, plástico.

Tele basura,
Las tareas, conectados a algún aparato
tecno si es que nos queda tiempo.
¿Chateamos loco? Total
no hay nadie en la casa, ni se enteran.

Las cuentas sin los deditos, con máquinas inteligentes.
Oraciones yo tengo, yo quiero, yo compro,
yo, yo, yo, el virus del yoísmo
¡Y la vacuna tan lejos!

Moda que nos uniforma, pantalones rotos
que se compran muy caros.
Oídos encerrados entre cables
de “high fidelity”
y el autismo ya no es enfermedad,
nos autistaron
tras auriculares de plástico,
otra vez, de plástico y alta
definición, indefinida.

Tomates con glifosato, fruta transgénica,
conservantes permitidos, colorante,
la fecha de vencimiento, en el dorso
del envase, junto a un código de barras
distintivo de monopolios
que nos explotan a vos, a mi, a nosotros.

Ya no más arruguitas, al tiempo lo detienen
droguerías en alza
con inyecciones de laboratorio
¿vivimos más o tan sólo
vamos muriendo de a poco?

¡Quién lo supiera!
                  

                   Los menores en la calle, en funerales de sueños,
quieren matarlos a todos,
si son jóvenes, son malos,
a menos que tengan plata o familia de renombre.
O transas con algún puntero.

A padres desocupados, la droga le quita
el hambre, a sus hijos.
A otros les da trabajo,
                   si la plata no alcanza… de algo hay que vivir
o morir
o hacer morir a otros con tal de estar mejor,
con tal de que dejen de sufrir
total,
ya, da lo mismo.

Murió don Juan,  murió por asesinato,
nadie nos dice
-Vaya tranquila señora.

Y la plata, doña reina del asco,
borrando el paso del tiempo
paralizando la sonrisa libre
que ahora está sujetada
estática, fría,
convertida en mueca de payaso absurdo,
copiando los rasgos a las muñecas de plástico.

Los “cerebros” del mundo celebran impávidos
el holocausto de las neuronas,
fallecidas en masa, a-se-si-na-das,
en esta guerra no declarada, inadvertida,
en la que no hay hospitales
para salvarlas de la metralla
de mensajes permanentes.

Mientras siguen estallando
como vidrios, los fragmentos
de ayeres despedazados
que alcanzaron a los “hoy”
agonizantes.

XII

 Ayer
                    
                 Casas sin rejas, abiertas,
perillas en la cocina, el baño,
los dormitorios,
los botones no manejaban todo,
tenían límites.

Soldaditos de plomo, muñecas de trapo,
pelotas de trapo, retazos
de algún vestido viejo de las abuelas.

Tele, un rato, primero los deberes de la escuela,
las cuentas con los deditos la mejor vitamina para las neuronas.
Oraciones a mano, sujeto –libre- y predicado,
guardapolvo almidonado para ir a la escuela del barrio,
pública, libre, desatada de dogmas
de culpas y mentiras.

                       Oídos atentos
escuchando a las calandrias, al viento,
a la mosca y su pegajoso tzzzz,
el crujir de la escarcha en las mañanas
de invierno, sin polución.
Y al peligro, si acaso anduviera suelto.

Mamá tendiendo la mesa, con olor a lavandina
y a vainilla y limón del bizcochuelo,
en sus manos ásperas de caricia tibia.
Cada día alguna arruga nueva
en su carita de luna, con ojazos de ternura.

Las arrugas, no ofendían, apenas producían
un mohín al asomarse de prepo,
eran el paso del tiempo que dejaba
sus huellas en su rostro de madre,
de hembra, compañera.

Los menores en la escuela,
a nadie se le ocurría que había que llevarlos presos.

Los padres, en el trabajo y nunca alcanzó la plata para
los trabajadores.
Nunca,
sobraba la honestidad y el calor en el hogar.
                 

                  -Don Juan, después se lo pago-
-Vaya tranquila, señora.
                    Día de cobro, algún lujo en la casa, todos juntos,
                  

                  -¿que le debo, Don Juan? Gracias por todo-
en un altar la palabra, no había mejor garantía
era el  culto de respeto, y gracias un cascabel
que alimentaba a la vida.