Contador numérico

viernes, 31 de diciembre de 2010

Ya nace un Año Nuevo, de nosotros depende...


Que el año que ya está naciendo nos encuentre con la fuerza necesaria como para modificar todo lo que nos haga daño.

Que seamos capaces de dar vuelta las historias de odios y proyectos aniquiladores, pre establecidos, que invitan al funeral de los sueños.

Que sepamos rechazar el “canto de las sirenas” convirtiéndonos en Ulises en un mundo que apunta al sometimiento y la genuflexión, por medio del consumismo exacerbado que puso al mundo en peligro…

Que donde fuere que estalle una guerra nuestras voces tengan la fuerza suficiente para repudiarla.

Que podamos instalar la cultura en el espacio del que nunca debió haber sido desplazada. Recuperemos el culto a los códigos, el respeto, la solidaridad y exoneremos al individualismo.

Que tengamos la capacidad suficiente como para sentir el dolor del otro-otros- aunque no estemos padeciendo lo mismo. Que duelan todas las patrias en riesgo, que duela el encadenamiento de la libertad donde sea que la encadenen.

Que el “yo hice, yo dije, yo hablé, yo, yo, yo” de paso al NOSOTROS…

Que el color de la piel, el país de nacimiento, la discapacidad, la miseria, la orientación sexual, dejen de ser motivo de discriminación absurda, cómplice del espanto.

Que por fin y para siempre, seamos artífices, creadores, sostenedores y voceros de la Patria Grande Latinoamericana que nos una bajo una sola bandera: la soberanía y la justicia social con dignidad y equidad.

Que estos sueños no mueran siendo simplemente un deseo, de nosotros y nosotras depende, sólo se trata de hacer el esfuerzo en medio de tantos esfuerzos.

Que seamos capaces de dar aunque duela y no lo que nos sobra…

Brindaré por la esperanza, por el  mundo mejor que es posible y brindaré por los que no pueden brindar, que son muchos y duelen…

Con cariño sincero:

Nechi Dorado

lunes, 20 de diciembre de 2010

Espera

Una noche de luna destapada
lo vio partir en su barcaza rumbo al mar eterno.
iba tallando cicatrices en las olas
y entre las redes enredando el miedo.

Ella quedó esperándolo en la orilla
besando su rosario de madera,
en cada cuenta enroscaba el frío
entretejido con esquirlas de silencio.

Supo del hambre brutal de aquellas olas,
anquilosó la fe, maldijo al miedo y a la vida,
convocó a los dioses de la espuma
antes de echarse a llorar, casi rendida.

-¡Maldita maldición la de ser pobre!-
gritó, aunque sólo la escuchó la arena.

Abofeteó su rostro un alga clandestina,
la salpicó una lluvia de ironía,
tomó gotas de mar entre sus dedos
para lanzar su pena a la deriva.