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jueves, 16 de septiembre de 2010

Despedida

                                                                                   (A mi padre, Wilson Dorado)

Tenía ochenta y seis abriles, parecía un niño
caprichoso, prepotente, entrometido,
pensé que era posible retenerlo en mi tiempo,
¡para mí eran tan pocos, ochenta y seis abriles!

Y se nos fue un agosto de luna desteñida,
dejando un torbellino de recuerdo enredado,
el corazón de todos hecho trizas
y esta orfandad de amor, espacio hueco,
que no podrán llenar, otros abriles.

Con su descaro eterno dejó nuestra morada
pretendí atajar el rebaño de su alma
como si fuera dueña de un destino grabado
que no quise aceptar,
con manantial de soberbia enardecida.

¡No soy titiritera capaz de detener un vuelo!

El se fue para siempre, era mi viejo,
no quise aceptar la despedida eterna,
dejó mi alma partida en la tristeza
pero quedó estampado en la conciencia
herida,
que se desgarra un poco en los agostos,
cuando siento que lejos, por su ausencia,
brilla otra luna absurda,
desteñida...

2 comentarios:

  1. Qué emoción leer este poema, y cuantos recuerdos...
    Te quiero muchooooooo

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  2. Cuántos recuerdos, Perlita. Cómo olvidar...Besotes, sabés que también te quiero y extraño!!!

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