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martes, 19 de febrero de 2013

Cuca y el nido alborotado







Nechi Dorado

Una tarde serena, de esas que hacen pensar que el mundo se detiene ante tanta calma, el nido también se alborotó.
Aunque en realidad el que estaba como detenido era el mundo humano, o lo más parecido a ése. Pero el nido también formaba parte del orbe. Era un submundo del cual emergían insectos con acceso a las altas esferas gracias a esa persistencia que tienen algunos bichos capaces de trepar, volar, confundir, alterar, hasta alcanzar sus propósitos por más repugnantes que parezcan.
Esos “parásitos” de la orden de los  dictiópteros, nocturnos y corredores, que muchas veces también salen de día,  vale asegurar que nunca están quietos. Contradiciendo las teorías del hombre que cree haber alcanzado todo el conocimiento, toda la sabiduría, pero que en realidad no ha logrado  la capacidad necesaria como para introducirse por agujeros minúsculos, tan abocado como está a los grandes descubrimientos.

La cucaracha mayor a la que todos llamaban Cuca cariñosamente, dijo que era llegaba su tiempo de descanso y que habría de cumplir con eso. Sugirió que otra debería tomar su lugar y esta situación exigía rapidez de acción. En ese momento y luego de esas palabras, comenzó la agitación.
Su actitud despertó la conmoción, mucho más la incentivaron los argumentos que utilizara el insecto para detener ese camino tantas veces recorrido, atravesando los albañales, basurales y todo lugar donde hubiera comida o desperdicios.
Cuca no se esforzó por crear argumentos válidos, simplemente se despidió  parafraseando aquel aire popular mexicano que decía “la cucaracha ya no puede caminar”.
La originalidad no era la característica del insecto o insecta, no se, porque las cucas son seres asexuados, me contaron.
Todos los bichos del nido sabían que era una mentira, sus patitas, aunque más lentas, bien podían seguir trasladándose. Además, ella era la Cuca reina, no era importante que se moviera sino que dirigiera y eso, hasta aquella tarde, lo venía haciendo muy bien. De hecho cuando fue elegida reina del nido, alcanzó ese sitial por su impecable trayectoria. (Uno muchas veces minimiza a esos insectos y ese es un error tremendo, porque piensan demasiado aunque la ciencia no avale esta teoría)
Ahí fue cuando todos comenzaron a preguntarse:
-¿Qué le pasa a Cuca?
Algo le molestó a ella o a las cucas que nunca se ven, pero que están y dirigen con más fuerzas desde el silencio.
-¿Acaso se convirtió en un trasto inservible? Se preguntaban todas.
(No olvidemos que ellas son de hábito asociado lo cual no quiere decir que mantengan lazos de amistad sincera siquiera entre ellas)
Presurosas, cucas y cuquitas comenzaron a dialogar sobre cuál sería la afortunada que fuera capaz de dirigir a todo el nidal. Era una tarea analítica muy severa, casi ciclópea, nada podía librarse al azar.
Por supuesto, decían, los agrotóxicos que utilizan los humanos, cada día son  más fuertes, ellos alcanzaron grados superlativos de organización y fueron capaces de exterminar todo tipo de vida.
-¡Nosotras también alcanzamos esos grados!, agregó una muy competitiva.

-Hay  que buscar, para el reemplazo, a una cucaracha que ya haya aprobado el examen de mutación, que resista los embates y sea capaz de permanecer inmutable a las nubes tóxicas, dijo la más audaz pero en voz baja.
Tengamos en cuenta que las cucarachas nunca hablan a viva voz para que sus planes conspirativos continúen enroscados dentro del hermetismo ancestral.
-Hay que buscar, incluso, una que resista las más altas dosis de radiación, por las dudas. Hay que cubrirse, pensaban, el hombre está demasiado agresivo y no se puede confiar en él, seguían murmurando dentro del agujero adonde sesionaban.
-Cuca nos arruinó la vida, dijo la cucaracha con mayor desarrollo de espíritu crítico a la que llamaban Critis.
-¿Por qué tanta seguridad? Preguntó un coro de antenas convulsionadas.
-Muy simple, respondió Critis, somos más de cuatro mil quinientas especies, cada una tiene su propia trayectoria. ¿Cómo habremos de ponernos de acuerdo? Hay que conciliar costumbres, tradiciones, conductas socioculturales, agregó. ¿Creen que es tarea fácil?
-¡Esto es absurdo! Dijo otra, exaltada. ¿Vamos a olvidar que nuestro propósito, estemos donde estemos, siempre es el mismo? ¡Chicas, tampoco es el momento de elucubrar fantasías! Agregó mientras se exasperaba más, levantando su dedo índice y apuntando a la masa allí reunida.
Siguió diciendo: -Hagamos una lista de prioridades,  ¡abortemos las ideas que no nos unan porque perjudican nuestro mañana!
Las cucarachas se miraron asombradas.
-¡Qué has dicho! Preguntaron todas espantadas casi como si un demonio hubiera penetrado por el agujero de entrada.
-¡Ohhhhhhh! Repitió el eco durante varios minutos.
-¡Esto ya se desmadró, así es imposible dialogar! respondieron otras.

Se dio por terminada la sesión esa tarde serena en la que parecía que el mundo se había detenido. En el horizonte avanzaba un escuadrón de nubes  de tormenta, pero que no habrían de ser más que el anuncio de chaparrones aislados propios de la época del año. Y de las circunstancias.
-Mañana será otro día, agregó Critis, pensemos que algo, como siempre, se nos va a ocurrir.
-Afuera la noche está llegando, fíjense como las estrellas comienzan a marchar y cada día su brillo parece encandilar mucho más. Hay que seguir trabajando y con mucho cuidado, están en juego nuestras costumbres y debemos crear nuevas fuentes de engaño.
-El hombre,  ya lo vimos, está cada día más agresivo, genera pobreza a pasos acelerados y ya saben ustedes, a los pobres no se les cae ni una miguita ¿De qué vamos a vivir nosotras?
Cuca quedó pensativa mientras su población se encaminaba hacia las cloacas del barrio.


Como me gusta la opalina...




Nechi Dorado

 

 

Me gusta la opalina. No se, tal vez porque es un poco como yo. O yo soy un poco como la opalina. Ya se que esto que te digo va a parecerte loco, pero ¿y qué? ¿Hay mucha cordura en este mundo? ¿Sobra o está como exiliada? Yo diría que la exoneraron, huyó espantada ante tanto doble discurso y ante tanta realidad, abofeteada.

La opalina, a simple vista, no sabés si es plástico o vidrio y si querés comprobarlo tenés que arrimarte mucho. Es ahí cuando dicen poniendo la boca como una O:

 –Qué lindo, ¿es de plástico? ¡Ay no, es opalina, qué belleza!

-¿Y si era plástico qué, no era que te parecía lindo?

-No, sí, pero es opalina ¡No es lo mismo, es mucho mejor, más caro, es de otra calidad!

-No pero sí… Claro que no es lo mismo, es más caro…pero tuviste que tocarlo para sostener que es una belleza.

 

A mi me parece que  soy de opalina, porque nunca  supe si soy feliz de verdad, más o menos, mucho, o poco. Hasta  me confundo a mi misma.

Más bien que, en realidad, nunca supe qué cosa es ser feliz.

Cuando me río, las más de las veces tengo una cosita acá, que es como un nudo y me parece que lo desato un poco cuando empiezo a carcajear. Entonces, busco acordarme de alguna de mis históricas metidas de pata que siempre mueven a risa y es cuando el nudito se suelta. ¡Parece mágico!

Los que me ven de lejos dicen que soy muy fuerte y yo, siento que no lo soy, sin embargo, hasta tuve que creérmelo como para que la vida no termine de aplastarme del todo. ¡Ni ahí!

Pero de tanto que me  dicen “sos tan fuerte”, casi que me convencieron.

Ahí, siento que vuelvo a ser como la opalina. ¿Por qué? Porque confundo.

 

El mundo, las circunstancias que lo conforman, la gente, los gobiernos, los banqueros,  los escritores, los obreros, vos, yo, los docentes  creo que todos somos un poco como de opalina.

Mostramos una cosa, hacemos otra. (a veces las que nos permiten)

Pensamos una cosa, sentimos otra. (eso no pueden impedirlo)

Si no, fijate, te pongo un ejemplo: Cuando te presentan a alguien y te dicen, es el licenciado Tal y vos sabés bien que el tipo, licenciado y todo, es de lo peor, pero tenés que dibujarte una sonrisa y decir con la mayor cara de hipócrita posible, sin que se note:

-Mucho gusto, licenciado, yo soy Cual.

Y sí, tal vez ahí es cuando uno se presenta tal como es.

Cuál.

¿Cuál entre tantos de los que hoy somos simplemente un número?

¿Será la que finge o la que no lo hace? ¿La que  dice “mucho gusto” o la otra, la que por dentro está pensando ¡“m’a qué mucho gusto, si sabemos que sos una remierda, flaco”!

¡Claro! Si el tipo saca un tema y sabés que te sobran argumentos para enrostrarle y te animás porquetehiervelasangreysentísquesetenublalavistaynoaguantáslasganasderesponderleylelargásnomástodoloqueveníasconteniendodesdeel momentoenquefalseastediciendo “mucho gusto, licenciado”, aunque pongas carita de yo no fui, el tipo se dará cuenta de lo que sos realmente. Una persona que vista desde lejos parecía ser de una manera pero en la realidad es de otra.

¡Sos de opalina! hizo falta que se acerquen mucho para darse cuenta de tu verdadero sentimiento, el que tantas veces tenemos que encapsular para no parecer inadaptados ante las leyes de una sociedad pacata. Leyes que siempre vemos que se cumplen a medias.

Las leyes que se crean para una cosa pero que sirven para otras. O sea, para nada. Y en el medio de esa rosca se va asfixiando la verdad.

Imaginate diciéndole a algún “encumbrado” si tuvieras la suerte de que se te cruce: -¡Buenos días, asesino!

O: –¡Buenos días, corrupto!

O: –¡Buenas tardes señor títere ¿hasta cuándo te vas a dejar manejar, tarado?!

Y te morís por preguntarle: ¿en serio te creés que nos creemos que estás interesado por el bienestar de tus compatriotas?

¿O pensás que de verdad nos tragamos tu mentira cuando decís que estás interesado  por alcanzar la paz y multiplicás tu arsenal bélico como para que no vaya a fallarte el tiro de gracia contra la vida?

¿O  pretendés que te creamos cuando lanzás tu sarta de mentiras y tranferís tu verdadero sentimiento, comparable a la materia fecal de los depredadores, tratando de hacer creer que los enemigos son otros?

Los que no soportan tu hipocresía.

¡Es más fácil imaginarte que es lo que no dirán de vos después de semejante sinceridad, que imaginarte lo que sí, dirán!

Mínimamente: ¡es subversiva! Y andá a sacarte después ese rótulo… tratá de conseguir el teléfono de Mandrake.

También pensemos que podes decir, si por ahí te cruzás con alguno de esos sacerdotes  pederastas que bien sabés que sobran por el valle del señor y se te ocurriera  saludarlo:

-Oh, ¡que sorpresa  señor obispo, ¿pudo apaciguar su instinto de pederasta? Y te tenés que morder la lengua para no agregar: ¿Sabés que asco me das, reverendo hdp?

Tenemos que simular ser lo que no somos, a veces, con suerte, conseguimos parecer lo que queremos parecer. Otras, ni siquiera eso nos sale: simular ser lo que a los otros les gustaría que fuéramos.

 

Por eso me gusta la opalina,  me parece versátil, extraña, produce confusión, hasta se me ocurre que desprejuiciada por la facilidad con que engaña y sin complejos ni tabúes.

A diferencia nuestra que somos tan hipócritas que hasta tenemos que autocensurarnos siguiendo las normas de un jueguito auto-defensivo.

Porque el mundo cambió. ¿Te acordás que bastaron dos impactos y decenas de cuerpos volando por los aires para que a alguien se le ocurriera declarar con fuerza de sentencia terminante: “Si no sos como yo es porque estás en contra mío”.

De no serlo, andá preparando un agujero para meterte porque sin ser pitonisa, veo un futuro muy triste sobre tu osamenta.

Por eso te decía al principio, me gusta parecer de opalina, aunque me demande tremendo esfuerzo eso de parecer algo, pero no serlo.

Porque convengamos que el mundo se fue cubriendo de capas plásticas que invadieron hasta los corazones.

Los envolvieron, cambiaron sus latidos, tanto, que ahora el tuyo, el mío, el de los otros, late con un tic tac diferente. Tan diferente que ya ni parece humano.

La opalina, en cambio, sigue sonando como vidrio. Sí, claro que es más delicada, tenés que arrimarte para darte cuenta,  pero ya te lo dijeron, es más hermosa…