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jueves, 13 de diciembre de 2012

Una historia de miércoles...


Una historia de "miércoles..."

Nechi Dorado
UNO A VECES COMETE ERRORES porque es humano, confieso que debo tener exceso de humanidad y con bastante menos podría vivir mejor.
Porque los errores que vos cometas, no son comprendidos por los grandes capitales transnacionales. Convengamos que esos, no comprenden nada más que los propios.
Pero, ¿viste? Uno no inventó el olvido, ya está inventado ¿qué me vienen con tanto remilgo?
Te cuento que me tragué el vencimiento de la factura de la luz, porque, realmente, no llegó la factura, pero las empresas dicen que el usuario es el que tiene que recordarlo.
Eso puede ser para los usuarios memoriosos y en este caso, también asumo que soy olvidadiza integral. Nada de apenas, simplemente un despiste con polleras y asumido.
O sea y para que quede claro, tenés que acordarte por el olvido, traspapeleo, ineficiencia, o lo que sea de los grandes facturadores capitalistas que te meten cañazos por el lomo y si los esquivás sin querer, encima te castigan.
No enviarte las facturas no es error, el errado sos vos que no hacés uso de la memoria para todo.
PARA NO HACÉRTELA MUY LARGA, me olvidé de pagar la luz. Esta mañana me senté a tomar sol porque el día estaba hermoso, pensaba tantas cosas lindas, porque soy de los que sostienen que la vida es hermosa, pese a cosas que suceden y entristecen. Y pensaba que aún en los momentos más terribles, la esperanza está, nunca se aleja del todo. Está acovachadita, oxigenada aunque en letargo, tan quietecita que a veces parece que nos abandona, pero no.
Hoy tuve que volver a la realidad y fue un planazo, es como que me estrellé contra la realidad que tiene piernas más largas que esa esperanza que te mencioné hace un momento.
Pero esta vez no me enojé conmigo, me enojé con ellos y actué en consecuencia, enojada, como corresponde.
Fue cuando pude ver el camión de la empresa de luz; esa que desde que la privatizaron parece que hasta le hubiera inyectado plástico al corazón de algunos laburantes. Porque en la vida, si hablamos, todo se puede entender, pero los tipos que venían en el camión parecían ser los dueños de la empresa. Con mameluco y seguramente sin efectivo en los bolsillos.
Soberbios, repugnantes, tenían cara de amargados y en eso los comprendo un poco. Lástima que tantas veces se ponen la camiseta de la empresa y parece lobos feroces contra otros trabajadores.
De pronto los vi que iban derechito hacia el medidor de luz, la verdad es que pensé que tomarían el estado para la próxima factura, pero no. Error.
Cuando noté que tenían en sus manos una pinza se me pararon los pelos. ¡Y se me paran con tanta facilidad!
-Buen día, compañeros, les dije, con mi mejor sonrisa amistosa.
-Compañeros las pelotas, me respondió el que tenía la pinza.
Si, ya se, yo y esa costumbre de creer que todo trabajador es mi compañero… Claro, la respuesta hizo aflorar lo peor de mí, uno es despistada, olvidadiza, inquieta, todo lo que vos quieras, pero muda y de momento, para nada. Entonces, modifiqué el saludo:
-Buenos días señor ejecutivo, ¿qué es lo que vas a hacer? Yo se que mi tono iba cambiando porque me conozco. A veces parece que silbo como las culebras…
-Vengo a cortar, si no pagaste la luz, jodete.
-Ah bueno, dije, y sí, en ese momento comencé a pensar que podía ser que no hubiera pagado mi factura y traté de explicárselo, pero el chabón de pronto pareció sordo. Por supuesto, me enojé conmigo pero mucho mayor era mi bronca contra él.
-¡Como te equivocaste, papito! Sólo atiné a responder, tratando de que el tipo entrara en razones. Traté de explicarle que en un momento iba hasta la oficina, pagaba y resuelto todo.
No, el tipo estaba sacado, no aceptó explicaciones.
-Jodete, jo-de-te, respondía.
COMO YO TAMPOCO entro en razones cuando me saco, tomé la manguera que estaba a medio metro y hacia la que me fui acercando despacito, como para que no se dieran cuenta.
Inmediatamente, sí señor, lo bañé al tipo, un par de manguerazos amansa locos y lo invité:
-Cortá nomás, pero se lo dije apuntando hacia la caja de luz, dispuesta a bañarla también.
-¡Qué hacés, loca de mierrrrda! Escupió el tipo.
Como se puso nervioso y por ahí le hacía mal, seguí metiéndole manguerazos pensando que podría calmarse.
-Cortá tranquilo, le decía, al fin, él estaba cumpliendo las órdenes impartidas.
A mi no me obedeció, no cortó nada.
El tipo me fulminó con la mirada y mientras mencionaba a mi madre, se subió al camión que lo trajo hasta la puerta de casa, pegó un portazo y se fueron pelando asfalto, como bólido en competencia.
-Solo me dio tiempo a decirle: y sí, flaquito, tenés razón, vos ¡compañero las pelotas!
Lo peor, es que cuando fui a la compañía a pagar mi “deuda” me comentaron que el corte no era para mí, sino para la casa de al lado que hace unos meses está deshabitada.
No obstante, quedé muy mal porque de verdad te digo, para mí el tipo era un compañero

jueves, 6 de diciembre de 2012

Es mejor cambiar de tema...



Nechi Dorado

 

Todo cambió en ese pueblo erigido a fuerza de suspiro de pulmón y lomos encorvados desmontando médanos insolentes.

Para quien conoció un ayer cercano, resulta tristísimo ver la realidad actual que comenzó a desarrollarse cuando  la desidia  arrancó las ropas de la santa patrona del lugar, dejando al desnudo sus curvas de mujer talladas en piedra y cemento.

La que da la bienvenida obligando a hacer un giro entre la ruta y la entrada al pueblito, siempre engalanada por flores que dejan los habitantes como ofrenda y gratitud por los favores otorgados en otros tiempos.

 

Nada es igual en ese sitio marino donde los pocos residentes parecen ir transformándose en almejas, -extinguidas, éstas-, escondiéndose del sol, de la noche y de las estrellas.

Y hasta de las olas que siguen danzando melodías de recuerdos no tan lejanos, salpicando la arena con su espuma y sal, ahora contaminadas.

Un pasado desdentado ovilla recuerdos echándose   a dormir un sueño eterno entre las dunas. Es como si se hubiera exiliado allí, incapaz de alejarse para siempre.

Evoca entre sonrisas,  los tiempos en que los pobladores dejaban las puertas abiertas y las bicicletas a la sombra, mientras iban a darse un chapuzón de mar  cuando el calor abrasaba descargando pinceladas de color sobre los cuerpos.

-Acá nunca pasa nada, decían inflándose de orgullo cuando los turistas se sorprendían pensando que eso de no echar llave era descuido.

 

Todo cambió en poco tiempo, demasiado poco tiempo, cuando hablamos de la pujanza de ese pueblo parece que estuviéramos transportándonos hacia otro siglo. Pero no, todo se ha ido dando en demasiado poco tiempo. Tan poco que hubiera sido muy fácil detenerlo si hubiera habido decisión real.

A media voz hablan en el pueblo sobre lo que está pasando ahora. Cuando la obscenidad se instala, cuando se prostituyen las conciencias nepóticas encumbradas, las voces van perdiendo sonido, se enronquecen, aletargan, susurran temerosas, mientras los ojos dirigen la mirada hacia todos lados. Como escudriñando que nadie esté cerca, no sea cosa que…

 

-Todos sabemos quienes son los que están robando, dice una mujer con palabra nerviosa.

-¿Y qué hacen? Preguntó una  recién llegada.

-¡Qué podemos hacer! Si tienen más poder que nosotros, a ellos los apañan. Mirá, ese que va allá es uno de los chorros, pero es apenas un raterito, ese no se mete en las casas. Anda más bien con el arrebato, quebrado por las drogas va haciendo desastres, el otro día le arrancó el monedero a una viejita de ochenta y siete años ¿Podés creerlo? Y le puso una pistola en la cabeza.

-Espantoso, pero digo ¿Y los otros, los que se meten en las casas? No creo que nadie pueda ir tan fácilmente,  con un televisor al hombro saltando muros medianeros. O un lavatorio, es cosa de locos.

-Dejalo ahí, mejor cambiar de tema, pero todos los conocemos.

-Parece mentira, pensaba la mujer casi recién llegada. Cuando las cosas no se detienen a tiempo se van profundizando. ¡Qué pena!

 

La brisa suave desparramaba el perfume de la menta y la lavanda, la sirena de una ambulancia rasgaba la tarde en su rumbo apresurado hacia el  hospital que, casualmente, con lo único que cuenta es con recursos humanos. Los materiales se alejaron cuando se fue la tranquilidad; no hubo mano ni conciencia ahí ni más allá,  capaz de detener ese éxodo hacia la nada. Hoy parece un fantasma esquelético, descascarado, agonizando en una sala de terapia intensiva sin oxígeno.

 

La burocracia corrupta, insensible, impávida, ante una realidad que exige atención y acción inmediata,  repasa las noches en comités de tranzas, manteniendo incólume el trono desgarbado de un  Baco irresponsable que exhorta a no parar la fiesta donde caben pocos invitados.  Los efluvios etílicos y rayas blancas que exaltan los ánimos cuando pueden andarse bajoneando, son los aliados imprescindibles que aparecen en el momento justo en que  se quiere asesinar los recuerdos.

Así es como se mueren los pueblos de a poquito, amordazados por el terror que es capaz de silenciar hasta a la irreverencia del pensamiento, cuando da vueltas sobre una frase que tiene fuerza innegable: de todas las desgracias que padezcan los pueblos siempre hay responsables.

Lo que pasa es que se sientan en tronos muy altos, casi inalcanzables, adonde solo tienen permiso de entrada los lacayos y los adulones.

 

Recién vuelvo del mar, estaba tan picado. ¡Qué cosa más linda!

 Mi corazón, creéme, pienso que no late, siento como un chirrido igual al de la seda cuando la rasga el filo de la tijera.

Y de este sentimiento, también hay responsables, pero según dicen, es mejor cambiar de tema…