Contador numérico

sábado, 27 de septiembre de 2014

¡Ay Palestina!


Nechi Dorado
Pobre el poeta que no llega a condolerse,
ni levanta su voz frente al espanto
de la muerte,
¿puede un artista refugiarse en el mutismo
sin convertirse en una burda caricatura del ausente?
¿Cuál es la zona fronteriza que separa
al cómplice brutal
del indolente?

http://www.calameo.com/books/003060417afa4a8dfe811

La furia del odio


Nechi Dorado

Despertó el Cancerbero
-que en realidad nunca anduvo muy dormido-.
Al sacudir su cabeza,
desparramó su baba purulenta
contaminando más allá de sus fronteras.
Cuando  Caribdis dio la orden
bien precisa, ¡bien de mierda!:
“Quiero almas que ardan
ardor eterno,  incineradas, chamuscadas entre  barro,
olivo, acacia, ciprés,
granado, higuera”.

¡Quiero que ardan  las almas,
en su propia tierra! Gritó la bestia
y el odio dibujó desalmado su mejor sonrisa.

Y se cambió la historia, se volvió calco de otra historia.
El invasor  hostil  que un día fuera mártir,
Se convirtió en caníbal
de su propia raza, de su propia estirpe,
de su propia sangre.
¡Presencia el mundo tamaña delincuencia!

Yacen los cuerpos siendo
un revoltijo de arterias, venas,
huesos rotos, dolor, nudos, torturas.
Espuma, odio, blanco móvil,
llanto y espera.
Salpican la Mafghoussa,
Musakhkhan, la Mujaddara
con fluidos del cuerpo
de su propia hermana.

¡Tanto el horror y tanta la desgracia
Programada!

Es Palestina la víctima,
el Maldito Sionismo, es su verdugo,
cuenta con aliados en oriente y occidente
y un silencio cómplice que rompe
las entrañas más profundas de la tierra.

El mundo sigue su giro enloquecido,
¡Si es para no creer tanta locura brutal
Que estamos viendo!
¡Maldita guerra, malditos asesinos!





martes, 9 de septiembre de 2014

El tuvo un sueño...


Nechi Dorado
Ilustración: “El sueño y la guerra” Beatriz Palmieri

-Anoche soñé con vos, le dijo alguien a la mujer que estaba más acostumbrada  a escuchar frases con fuerza  imperativa como:
-Hacé, andá, traé, ayudame, escuchame…  Y ella se quedó pensando, que justamente esa noche, no había podido  pegar un ojo. Recordó ese viejo mito popular que dice que “cuando el sueño no llega en las noches es porque uno está en el sueño de otra persona”.
-¡¿Pucha, será tan así, entonces”?!  Se preguntó.  Sonrió, siguió haciendo, andando, trayendo, escuchando…durante toda la tarde, repitiendo la misma frase.
-Digo, pensó envuelta en una sonrisa picaresca comparable a la de un niño cuando está elucubrando su próxima travesura, ¿qué tendrá que ver que sueñen con uno? Es tan amplio el catálogo de sueños no impreso que darle importancia a ese comentario me parece casi adolescente. Pero, ¿por qué no mantener aunque sea esporádicamente un pensamiento más acorde a la mocedad que a la madurez? ¿Es que acaso tendrá fuerza de ley el que los años se devoren todo?  Anoche soñé con vos, me dijo, y no  me molestó el comentario sino todo lo contrario.
Cuando cayó la tarde y el silencio volvía a recuperar su espacio perdido durante las horas anteriores, cansada de andar por cada rincón de la casa como si fuera una autómata, se sentó frente a su computadora para echar un último vistazo a esa página de noticias donde el mundo se veía tan desnudo como no lo mostraban en otros sitios informativos.
Es que la verdad siempre reditúa más cuando se la modifica;  o cuando se la toca por arriba;  o cuando directamente se la tergiversa. Esa página abierta durante todo el día y hasta bien entrada la madrugada  era su espacio de trabajo con conciencia militante. Extraño trabajo a juzgar por más de uno que no concibe la vida sin dinero mediante.
-Como todo en la cotidianeidad, lo que menos problemas acarrea es mentir, la verdad duele, hiere, lastima, no obstante la prefiero, aseguró como hablando para sí misma. Estaba tan segura de ello que no dudó al pensarlo, en realidad la duda no era su fuerte cuando algo se instalaba en esa parte del cuerpo donde sobreviven las ideas.  Comenzó a recorrer cada letra, imaginando escenas, indignándose, preocupándose y no era para menos.
-“Sigue el genocidio nazi en Palestina”, es cada vez mayor la cantidad de niños masacrados que de no terminar  tendidos en charcos de sangre, seguramente,  con los años serían los futuros “terroristas” al decir y pensar de más de un imbécil ¿Qué duda puede quedar de que esos criminales sionistas son nazis? ¿Qué duda puede quedar si es más que evidente que están reeditando un holocausto padecido por ellos mismos, años atrás?  ¿Quién parará ese martirio si acaso quisieran pararlo? Murmuraba desde esa argamasa que se forma cuando la bronca y la angustia patalean en el alma.
-Colombia: “Nueve jefes paramilitares que asesinaron a quince mil seiscientas sesenta y siete personas salen en libertad habiendo pagado su condena con apenas siete u ocho años de cárcel”, anunciaba otro titular. Además,  ese aparato criminal para estatal se está rearmando como ejército en algunas zonas de esa geografía sangrante. En las otras nunca dejó de actuar apoyado como siempre estuvo por el propio estado.
–¡Qué poco vale el espanto, qué poco vale la vida para un gobierno si se permite semejante atrocidad bajo el paraguas de una burlesca pseudo democracia genocida!  Así dice buscar la paz ese gobierno cuando en realidad está demorando cualquier intento de conciliación. Así también hay quienes vieron la panacea esperanzadora  en esa administración que está mostrando la hilacha que nunca ocultó. Me preocupa la continuidad de los Diálogos de Paz en esa tierra hermana herida, tanto como me indigna la debilidad de más de un luchador histórico hoy actuando como si fueran serpientes encantadas por un encantador famélico, truculento, ilusionista. Siguió recorriendo las noticias,  una peor que la otra, como siempre, pero que había que decirlas.
-“Un congresista norteamericano especuló con la posibilidad de que menores centroamericanos que cruzan ilegalmente la frontera con EEUU fueran portadores del virus del ébola,  mientras que la Organización Mundial de la Salud reconoce que el tratamiento contra ese virus no alcanzará a los más desfavorecidos”, siguió leyendo.
-Así que ahora empiezan a preocuparse por ese virus que desde 1976 y de la mano del hambre está causando desastres en el África. Tenía que llegar al norte de América y dejar tendido a un par de blancos para que adquiera fuerza de flagelo. De seguir perfeccionándose la manipulación de los laboratorios en pocos años estaremos en condiciones de publicar en grandes títulos: “No hay más miseria en el mundo, gracias a virus extremos lanzados al aire como serpentinas,  murieron todos los pobres, sobre todo los de raza negra” ironizó la mujer.
-“ Honduras: Asesinan a Margarita Murillo, dirigenta campesina y co fundadora del FNRP” fue otra de las noticias publicadas en la página contra informativa.
Siguió recorriendo cada renglón y los reportes eran similares, todos hablaban del descaro de un sistema que se sabe agónico,  pero que aún muriendo  sigue dejando su baba de veneno cada vez más criminal. Fondos buitres chupando dinero, esfuerzo y sangre de pueblos que no eligieron apoyarse en esos. Empresas contaminantes, tierra desangrada, alimentos transgénicos, indígenas expulsados de su territorio tal como hace tantos años. Guerras que continúan y guerras que se anuncian. Empresas para la reconstrucción de países instaladas “previsoramente”  mucho antes que las contiendas comiencen. Farmacológicas a punto de quiebras se salvan gracias a la “colaboración humanitaria” del bioterrorismo.
Realizado el recorrido,  señalizando los artículos que debía abordar el día siguiente,  apagó la computadora y se preparó para retirarse a descansar.
-Anoche soñé con vos, volvió a recordar la frase que alguien le dijera esa tarde fría de un agosto que tenía medio recorrido transitado. Cuatro letras que  parecían haber adquirido casi, casi, la fuerza de un mantra.
-Volvió a sonreír mientras cepillaba su cabello como todas las noches. Tal vez, dijo mirando su propia imagen en el espejo, con un poquito de suerte hoy tampoco pueda dormir… aunque no quiso contarme qué papel protagónico ocupé en su sueño. Lo que sí, me aseguró, fue que no me convertí en una pesadilla.
Y yo le creo ¿ por qué no?




¿Futuro?



Ilustración Beatriz Palmieri: Niño con sol.
Palestina…
El niño tiene un sol que no calienta,
en el bolsillo.
Tiene hambre de un beso
en su mejilla resecada por el humo.
Y siente miedo, vierte lágrimas que corren
desbocadas.
El niño busca respuestas que no llegan
tiene un hoy
empachado de estampidas
y un mañana casi, casi,  predecible,
probablemente ensordecido para siempre
tan sombrío como su ayer
inicuo. Más bien digamos directamente
descarnado.
¿Huye o espera esquivando los días y las horas
en la maraña de ausencias que lo agobian?
Si acaso algún creador de pacotilla
se arrepiente, se conmueve, lo
“perdona” por andar en esa tierra
“sin permiso”;  con los años
el niño verá el reciclado
de su historia.
Y encontrará a otro niño
que también tendrá un sol que no calienta
en el bolsillo.

Flora quiso eclipsar...


Nechi Dorado
Ilustración “Gata y leona” de Beatriz Palmieri

Nació gata, simple gata asilvestrada; fue poseedora de un solo apellido, Felidae, pero siempre, desde muy joven, tuvo ínfulas de oligarcona por eso pensó que algún día podría casarse con un espécimen valioso-aunque carente de valores- para vivir como viven las reinas con el mismo afán parasitario. Es decir, quería ser rica pero apoyada en la columna donde se rascan los que no hacen siquiera el mínimo esfuerzo por procurarse un momento placentero como la necesidad de rascarnos con las uñas cuando algo nos pica.
Esperando concretar su sueño vivió en un zoológico corriendo de aquí para allá buscando una presa, por supuesto la que fuera más fácil, para saciar su hambre. Convengamos que esa gata era de las que se conocen como “dameunacamaytejuego”, como dije antes, solo contaba con ínfulas pero éstas no suelen saciar el  apetito. No había gato ni ratón capaz de acercarse a ella para resolverle el sustento porque sí nomás, sino  a menos que tuviera algo para ofrecer a cambio, contrariamente a sus deseos más íntimos: almuerzo o cena.
Pasaron los años, Flora fue creciendo y al entrar en la etapa de la madurez gatuna sus posibilidades de ascenso disminuyeron, como es lógico, en las sociedades que solo valoran lo que no es valorable, digamos que el más puro capitalismo descarnado.
Lo que fue aumentando era la grasa alojada sobre todo en sus caderas además de su tremenda panza que ya arrastraba por el suelo, por ello los movimientos cadenciosos que se notaban esforzadamente exagerados perdían la fuerza de armonía. El exceso de adiposidad no suele resultar erótico, mucho menos si tenemos en cuenta que en el mismo zoológico habitaban gatitas más jóvenes y mucho más bonitas y graciosas que ella. También mucho menos pretenciosas, por eso, generalmente, avanzada la oscuridad se la veía salir para hacer la calle donde la demanda ante la oferta era mucho más interesante.
Sin embargo, tanto esfuerzo por ingresar en una capa social inaccesible para ella, también había impedido que la pobre Flora pensara que sus sueños habían sido estériles.
Siquiera tampoco pensó  que su vida hubiera sido mucho más interesante si se le hubiese ocurrido utilizar otras aptitudes mucho más beneficiosas, como suelen realizar otros animales de su misma especie, por ejemplo,  el hecho de asimilar algunos conceptos.
Pese a todo lo que les cuento de Flora, no puedo dejar de mencionar su tenacidad sobre todo para mantener sus humos, seguía sintiéndose importante, además,  por haber accedido a cierta amistad con una runfla de gatos tan ambiciosos como ella, que más de una vez le tiraban una soga cuando la veían casi ahogada y con la cara del hambre dibujada entre sus cachetes.  Amigos a  los que acudía haciendo uso de sus pocas habilidades: el gruñido, siseo o silbido, sonido que emitía al sentir la cercanía del peligro. ¡Y vaya si el hambre es peligroso! ¡Y vaya si la runfla era tan inescrupulosa como ella!
Cada tanto tiempo llegaban al zoológico nuevas especies de animales, motivo que generaba gran alteración entre los viejos residentes del lugar.  Una mañana muy temprano, Flora descansaba luego de haber vivido  una noche fogosa en la que varios machos se disputaron la voluptuosidad de sus carnes ya convertidas en sebo. Pero los gatos que entienden muy bien a los humanos  solían repetir algunas frases populares: “a falta de pan, buenas son tortas”. Claro, sobre todo si las otras gatitas ya estaban ocupadas.
Flora y otros animales sueltos vieron la imagen de una imponente leona que había ingresado a desgano como es lógico imaginar, y fuera ubicada  tras el alambrado que separaba  a los animales domésticos de los que llaman salvajes, que no tenían por qué ocupar ese lugar tan lejano a su hábitat natural. Era una hermosa leona a la que la tristeza de su mirada no logró opacar tremenda  imponencia, haciendo sentir a Flora como una especie de insecto en ese mundo donde habitara que consideraba suyo.
Para tristeza de Flora, ya bastante alicaída por el peso de los calendarios, resultó terrible notar el orgullo y la autoestima altísima de los gatos al ver tamaña belleza a pocos centímetros de distancia. Ellos, nada tontos, comenzaron a jactarse sabiendo que sus penes son iguales a los del león, cosa a la que no pudo acceder otra especie ni siquiera haciendo uso de pastillitas mágicas impulsadas por las empresas farmacológicas que lograron estirar el placer con afán lucrativo.
Y  como la leoncita estaba sin pareja, habrían de tenerlo en cuenta. Además, a ella no haría falta  proveerle ningún tipo de alimentos sabiendo muy bien que era cazadora por naturaleza y esa autosuficiencia leonina marcaba otra diferencia considerable.
-Ella se las arreglará para proveer sus propias necesidades, comentaban los machos  mientras frotaban sus cuerpos contra el alambrado divisorio.

La gata, víctima de un fuerte ataque de histeria intuyendo que se acercaban tiempos difíciles, comenzó a transpirar cayendo envuelta en un estado paroxístico de no fácil manejo.

Su poco cerebro en ese momento impedido hasta de razonamiento lineal,  le impedía generar ideas. Su pelaje lucía deslucido, sus carnes flojas no eran comparables a la turgencia de la leona. Pero lo más duro de asumir para la pobre gatita, fue darse cuenta que la nueva vecina en ese espacio tan cruel como existente, sentía por sí misma un orgullo al que Flora jamás pudo acceder abocada como estaba en su manía constante por trepar escalones que la elevaran hasta por sobre de toda lógica.
La chatura de su cerebro pareció disminuir más todavía,  a partir de una desacertada decisión de la gata que al borde de la desesperación pensó que si se paraba frente a la leona en momentos en que el sol  permitiera hacerle sombra pese al alambrado, la eclipsaría con facilidad.
Saboreaba lo que suponía sería su mayor victoria  cuando el sol estuviera de su lado. ¡Su mayor victoria!
Cuando el astro alcanzó el punto exacto esperado ansiosamente por la gata, Flora se paró delante de la leona. Antes citó a los gatos para presenciar cómo ella, la gata Flora, habría de hacer sombra sobre la bestia opacando la fuerza innata de la recién llegada.
Los gatos, hinchados de curiosidad,  fueron acercándose para ver la escena. Flora se paró frente a la bestia, pero el sol no tuvo la capacidad como para lograr que semejante anatomía quedara tapada por algo tan minúsculo. La gata cambió la posición sin embargo el resultado fue el mismo.
Giró, se corrió, fue hacia la derecha, hacia la izquierda, sin producir ningún efecto sombrío sobre la mole. La leona continuaba mirando sin entender qué era lo que pretendía la que, respecto a ella, no era sino una pobre  animalita cargada de ínfulas pero nada más que eso.
Harta de los bailoteos estériles de la gata desesperada, la leona se puso de pie y tal como era de esperar,  más allá de que el sol hubiera realizado un giro conspirativo o no, proyectó su sombra sobre la pobre Flora.
La gata se retiró entre alaridos producto de  la furia que ataca cuando se entiende, aún con las  limitaciones descriptas, que muchas veces sucede que la victoria suele tener un apellido fortísimo: Pírrica.
Lo rescatable de ese momento tan triste como aleccionador, fue que la gata comprendió que no es lo importante querer ser, sino simplemente ser. Y para ello no hace falta vivir apoyada en catervas de rufianes. De la misma manera que entendió, además, que así como un insecto jamás podrá construir un edificio de mampostería;  ni una culebra gestar pajaritos de colores;  o un torturador dar una tesis de derechos humanos resultando creíble; una simpática gata asilvestrada tampoco podrá hacer sombra sobre cuerpo, fuerza y garra de una leona, aunque esté en cautiverio.