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sábado, 18 de agosto de 2012

El vuelo del ángel






Volaba el ángel itinerante con sus alitas celestes agitándose despabiladas  sobre la aldea pobre  perdida en la maraña de la noche cerrada de un África, donde ni la ilusión se atreve a crear un nido.

Donde no hay dioses que se animen.

Ni milagros.

Recorrió los camastros donde figuras pequeñas, negras, flacas, descansaban del hambre, del dolor, de la tierra rajada,  del calor sin agua, del olvido.

Era tan triste la imagen, tan desolado todo, que el ángel agitó sus alas, asustado, y se alejó presuroso hacia otros lugares.

Encontró luego las mejillas rosadas de otros niños que dormían su sueño entre cobijas de algodón y  tul inmaculado.

Le gustó ese lugar y dijo el ángel mientras plegaba los plumones de sus alas:

-Mejor me quedo acá. Quiero escuchar sus risas cuando la mañana despunte y las flores se despabilen en las matas. ¡Se me parecen tanto estos pequeños!

-Pero ¿y los otros niños? ¿Los de pelito enroscado entre la nada?  Se preguntó de pronto, preocupado, tapando con las manitas sus ojos que lloraban.

-No, no, pensó moviendo su cabeza como queriendo alejar la visión de la otra aldea.

-Mejor me quedo acá. Ya vendrán otros ángeles por ellos.

Y se quedó nomás, como si nada.


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