La
presencia
La presencia,
diré, saciaba su gula encadenando
flores, salpicando horizontes, arrancando mañanas en aborto feroz de
madrugadas.
Cabalgaba
sobre nubes de odio desatando tempestades y dejando su semilla germinada convirtiendo al mundo en un tormento.
Aniquiló
historias arrancando hojas de las que serían las páginas futuras.
¡O
agregando hojas, tal vez!
¿Quién no
te dice que algún ayer derrumbado vuelva a renacer de sus cenizas?
Con paso
firme, la presencia, lanzaba rayos de odio iluminando el confín donde algún arco iris descolorido agonizaba su
brillo, taponado por vómitos de humo. De momento.
Pese a
tanto, hay algo que no pudo esa presencia intangible pero viva.
Lejos de
su cueva abominable algo indicaba que la historia aún no había terminado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario